2da Fecha Strong Race en Limache

 

Katherine Cañete nos cuenta en primera persona lo que significa correr en una strong race y los obstáculos que se tienen que sortear para llegar a la meta con éxito.

Por Katherine Cañete/ fotos Francisco Ibarra

Ayer fue el día del Padre y como tal había que celebrarlo y mi padre que es loquito igual que yo me preguntó hace unos días si me iba a inscribir en la Strong Race (que para mí es la tercera) y contesté que no. Mi esposo escuchó mi respuesta, me inscribió sin consultarme y me dijo que tenía que ir a defender el título de la primera fecha, así que le dije a mi papá que se inscribiera para que fuéramos.

El ambiente se sentía tenso. En esta fecha, sólo los valientes y con mente de guerreros a los que no les importa sufrir por placer dijeron: aquí estoy. Nos habían adelantado que la carrera iba a estar dura, muchas espinas, más de 15 km y 20 obstáculos. Sin embargo, nada que hubiesen dicho le hizo el peso a lo que  fue realmente atravesar cada uno de esos kilómetros.

3,2,1 a correr!

En el arco de largada mi papá me dio un abrazo y nos deseamos suerte. Comenzamos corriendo para separarnos del pelotón y luego entramos en un bosque llenos de ramas en el que los senderos estaban de adorno, porque las marcas que hay que seguir estaban ubicadas de tal manera que los corredores tenían que pasar por donde es más difícil correr y así nos distanciamos.

Hay varios obstáculos como vallas, muros que saltar, trincheras y paredes de cerca de 4 metros que tienes que subir como puedas. Debes llevar sacos de más de 10 kilos por varios cientos de metros, pasadas de agua y podría nombrar muchos más, pero nunca son los mismos y tampoco están puestos en el mismo lugar que la vez anterior y eso que es tercera vez que se realiza esta carrera.

Una vez más quedé sorprendida porque se nota que a la gente que organiza la carrera le encanta esto. Se dan el tiempo de crear una carrera que nos haga sufrir, porque uff que me costó subir la pared con tierra suelta. Si no hubiesen habido raíces no sé como hubiese subido, o la telaraña que era una red tensa a tres metros de alto. A simple vista parecía fácil pero al cruzarla te dabas cuenta del porqué de su nombre: te dejaba atrapada con una facilidad impresionante.

Mar de espinas

Cómo no mencionar los obstáculos naturales,  el primero que me acuerdo son los kilómetros con espinas por todos lados, quizá no fueron tantos kilómetros pero lo parecían porque lo único que quería era salir de ahí y no se acaba nunca. Además, subir y bajar corriendo todo el rato por una ladera donde no había sendero, lo hacía muy agotador, pero de pronto llegaba un obstáculo y todo se me olvidaba, nuevamente me ponía a disfrutar y me sentía niña otra vez.

Creo que por esto participo en este tipo de competencias, porque no se siente la distancia, sean los kilómetros que sean, los obstáculos me entretienen tanto que cuando cruzo uno, ya estoy pensando en que aparezca luego el siguiente para ponerme a prueba y ver qué tan capaz soy de enfrentarlo.

Aguas congeladas

Y así van pasando los kilómetros y me voy acercando a la meta y me esperan más pruebas como el leñador, en el que había que tomar un leño y lanzarlo a un cajón que estaba a unos 8 metros de distancia sin pasarse de una línea. Yo la muy pava me pasé de la línea y encesté en el cajón, por lo que tuve que repetir la prueba.

Nuevamente me alejo de la meta y entramos a unas quebradas con agua estancadas que además del olor que es muy asqueroso, estaba demasiado fría y poco a poco me puso más lenta. Cuando yo creía que se acababa toda esa agua nos hicieron entrar a una lagunilla donde está “el cocodrilo”, un obstáculo donde hay que sumergirse y pasar por debajo de varios troncos.

Muchos creían que se iban a morir, porque el agua estaba que te partía la cabeza o que les apretaba el pecho como si les viniera un infarto (esa última descripción es de mi papá). A mi me dio un calambre gigante en la pierna, y además ahí se me escaparon dos hombres con los que habíamos estado intercambiando lugares todo el rato. Yo ya me imaginaba picando hacia la meta y ganándoles, pero esta vez no se pudo, el agua congelada se dio un festín con mi pobre gemelo derecho que hasta ahora me duele mucho. Quizá la próxima fecha con 20 km cambien las cosas. (ya verán esos dos jajaja).

Un buen final

¿Y los resultados?, mi padre me ganó, me tiene que haber sacado varios minutos, ¡es demasiado seco! Salió segundo en su categoría pero tiene que haber llegado dentro de los 10 primeros en la general, yo salí segunda de la general en damas y primera en mi categoría, quedé demasiado feliz, pero también muy agotada. Creo que ésta ha sido la más dura de todas las fechas, ni siquiera la fecha del año pasado que también fueron 15 km me dejó tan agotada, además el agua no estaba tan helada (era noviembre).

Gracias!

Agradezco a Exploraventura por crear la mejor de todas las competencias de obstáculos, por siempre estar renovándola, tener buena logística y ser tan profesionales. Esto es algo que no se encuentra en todas las productoras.

Agradecer a mis sponsors Tifosi y Outsoul, a mi padre que me crío loquita, libre y competitiva y que hizo crecer esta pasión por correr al aire libre y enfrentar lo que se me cruce por delante, además que pasamos un día del padre distinto  haciendo lo que nos gusta.

A Renzo mi compañero y amor que es quién me obligó a correr y que me apoya en casi casi, todas mis locuras.